Crónicas

“SÉ QUE ESTOY EN EL LUGAR CORRECTO”

Hace pocas semanas la Federación Venezolana de Fútbol presentó a José Néstor Pekerman como DT de la selección nacional por los próximos 5 años. Su discurso inicial invitó a la ilusión: “Sé que estoy en el lugar correcto. El camino nos ha acercado. Vamos a dejar el corazón y el alma para llevar adelante a…

CÁLLENSE Y JUEGUEN

(Publicado en Idioma Fútbol. Junio 2021) “La Copa América será la plataforma para conquistar el mundo”, la proclama grandilocuente la dijo el 3 de diciembre de 2019 un exultante Alejandro Domínguez cuando, en Cartagena de Indias, se realizó el sorteo…

EL FÚTBOL QUE CONOCIMOS

(Publicado en Mundo Esférico. Abril 2021) En los últimos días se ha estado hablando, por todos lados, de la “muerte del fútbol que conocíamos”. Así, con el dramatismo propio de este tiempo. Un grupo de señores ricos, millonarios, multimillonarios, se…

EL HINCHA SUDAMERICANO

(Publicado en la Revista Túnel y en Mundo Esférico. Noviembre 2020) Se bajan del auto, cierran bien y empiezan la caminata de dos cuadras que los llevará hasta la entrada. Van de la mano, como cuando el Killy era niño…

EL GOLEADOR DE AMÉRICA QUE APRENDIÓ A ESPERAR

(Publicado en Revista Enganche, Mundo Esférico y Venezuela Fútbol. Diciembre 2020) En el minuto 67 era vergüenza, una goleada de 2850 metros de altura. El lamento de siempre. Otra vez lo mismo. En el minuto 68, sin que…

MARADONA, EL DISTINTO

(Publicado en la Revista Enganche, Octubre de 2020) Cuatro adolescentes se abrazan sudorosos y cantan: “Oh, mamma, mamma, mamma ¿sai perché mi batte il Corazón? Ho visto Maradona, ho visto Maradona”. Saltan con entusiasmo y se apretujan como si el espacio…

Daniel Eguren

danieleguren@gmail.com

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«SÉ QUE ESTOY EN EL LUGAR CORRECTO»

(Publicado en la revista Cutura Redonda, Enero 2022)

“La tierra giró para acercarnos, 

giró sobre sí misma y en nosotros, 

hasta juntarnos por fin en este sueño (…)”

Eugenio Montejo

José es un tipo que conoce el mundo. Nació en un pueblito de no más de 400 habitantes, en la provincia de Entre Ríos, y desde ahí fue recorriendo varios rincones de este planeta. De las orillas del Paraná, donde pateaba la pelota a con su hermano mayor Luis, hasta las lejanas Qatar o Malasia, donde fue campeón del mundo. José dice que, a estas alturas de su vida, está en el lugar correcto. Dice que el camino nos acercó, que va a dejar el corazón y el alma por la Vinotinto. Y tenemos que creerle porque la tierra giró para juntarnos en este sueño. El sueño de escuchar el himno en un Mundial.

El único país del continente que no ha jugado un Mundial es Venezuela. Hasta las eliminatorias de Corea-Japón, la Vinotinto siempre ocupaba el último lugar. Antes del fin de siglo, en 1999, otro José y también argentino fue el encargado de profesionalizar a una selección que se manejaba con criterios de amateurismo: el “Pato” José Omar Pastoriza. Hace 20 años, en su última entrevista para la Revista El Gráfico, Diego Borinsky le preguntó: ¿En cuántos años Venezuela va a poder clasificarse para un Mundial?, y Pastoriza respondió clarividente: “Le falta todavía, necesitan profesionalizarse más, tener más competencia, divisiones inferiores. Le faltan, como mínimo, dos mundiales más.” Han pasado cuatro desde ese entonces y Venezuela apunta a ser, otra vez, el último del continente en la eliminatoria rumbo a Qatar. Desde la designación de José la esperanza empezó a leudar para el 2026.

José sabe “ganarse el mango”, que es el símil sureño de lo que en Venezuela usamos como “llevar la arepa a la casa”. Desde niño lo supo. Cuando su padre Óscar puso un bar, al que llegaba después de la escuela, y hacía pequeñas tareas. O cuando en verano salía a vender helados con Luis. José supo, desde siempre, que el esfuerzo estaba atado a su apellido. Desde sus abuelos ucranianos que se hicieron gauchos judíos en esa Villa Domínguez, de no más de 400 personas. 

Con apenas 7 años, José y su familia mudaron a Buenos Aires en busca de un mejor futuro. Ya en la secundaria le daba una mano a su padre en la pizzería familiar, bien como mesero o pinche de cocina, pero la fortuna seguía driblando al viejo Óscar. Tuvo que cerrar la pizzería y cambió de ramo a una tienda de artículos para el hogar. José volvió a poner el hombro -nunca mejor dicho- y ayudaba en el reparto de garrafas o bombonas de gas mientras culminaba su bachillerato y se probaba en la séptima categoría de Argentinos Juniors.

Apenas egresó de la secundaria inició la carrera de Educación Física pero debió abandonarla porque los horarios chocaban con sus entrenamientos y cambió a Kinesiología. Debutó en la primera de Argentinos con 20 años y a los 24 voló a Medellín junto a Matilde, su compañera de la vida, donde estuvo 4 años más hasta que una lesión de rodilla lo sacó de las canchas. De Medellín volvieron tres. Vanesa, la primogénita, ya estaba en el equipo y demandaba todo lo que necesita un recién nacido. Ahí José tuvo que hacerse más fuerte. Sacó pecho, miró al frente y pintó de amarillo un Renault 12 que le prestó su hermano para trabajar como “tachero”. Así le dicen a los taxistas en Argentina. José aprovechó el tiempo perdido del tráfico bonaerense para elaborar proyectos. Le sirvió de catarsis y duelo por el retiro prematuro. Entendió que, como canta Drexler, “no hay tiempo perdido peor, que el perdido en añorar”. Estudió y empezó a trabajar como “espía” en las inferiores de Argentinos. Hizo el curso de entrenador y el resto de la historia es conocida. 

Presentó un proyecto de más de 70 páginas a la Asociación de Fútbol Argentino y el 22 de Septiembre de 1994 le entregaron la conducción de las selecciones juveniles. Fue 3 veces campeón del mundo en la categoría Sub-20. En 2006, José dirigió a la selección absoluta en el Mundial de Alemania, siendo eliminada por el anfitrión en los penales. Se fueron invictos, pero ser argentino es, también, ser tanguero. El fútbol es un acompasado drama donde, casi siempre, gana el desamor. Decidió renunciar, de manera irrevocable, por no haber quedado entre los 4 mejores. Terminaron quintos. Años después se reencontró con el que sería, a juzgar por el afecto mutuo, su lugar en el mundo. Volvió a Colombia, la tierra donde nació Vanesa, y llevó a su selección a dos Mundiales seguidos. Consiguió la mejor actuación de los cafeteros y se fue, después de 6 años, desbordado del cariño de jugadores, hinchas y buena parte del periodismo.

José es un “laburante”; no ha parado de trabajar desde su infancia. Por eso sorprendió que negociara con la Federación venezolana, que le debía 14 meses de sueldo a su antecesor. A su favor está que hasta que no le pagaron a Peseiro no permitió que lo presentaran. Se sabe que tiene cintura para jugar con el poder. Fue empleado de Julio Grondona, ese patrón del mal del fútbol sudamericano, y de Luis Bedoya, el colombiano acusado de sobornos en el caso Fifagate. De la actual federación venezolana es poco lo que se sabe pero todas las versiones coinciden en que está “quebrada” económicamente. Hace pocas semanas, en redes sociales, se supo que los empleados no pudieron cobrar sus aguinaldos y la selección de Futsal, que participó en el Mundial de Lituania, reclamó públicamente el pago de los premios acordados para el torneo. Distintos medios aseguran que el contrato de José, y su cuerpo técnico, es alto y será pagado con dinero público. A falta de precisiones todo es especulación. Quienes lo conocen no dejan de remarcar que José es un tipo “derecho y muy trabajador”. Su esfuerzo lo ha llevado a colgarse unas cuántas medallas. Las que más valora son las intangibles. Las que guarda en silencio porque esconden reconocimiento, respeto y admiración. 

Cuando llegamos no se podía hacer partidos amistosos, porque no éramos confiables, porque no sabían si los partidos iban a terminar, si nos íbamos a pelear”, recordó de su llegada a la selección juvenil de Argentina. Tres años después, en el Mundial de Malasia, aparte de ser campeones recibieron el premio Fair Play. En 2006, finalizado el Mundial de Alemania, la FIFA convocó a todos los entrenadores que participaron para un congreso donde se evaluaría todo lo relativo al certamen. Sus pares eligieron a Argentina como la mejor selección de esa Copa. En 2009, cuando Lionel Messi recibió su primer Balón de Oro, se lo dedicó con estas palabras: “me dio muchos consejos que nunca voy a olvidar”. En 2011, al ser campeón de la Copa América en Argentina, el maestro Óscar Washington Tabárez declaró: “no inventé nada, solo observé lo que hizo Pekerman en la Argentina”. Y en 2018, el referente de la selección colombiana, James Rodríguez dijo: “él para mí ha sido como un padre. Me ha ayudado mucho tanto en el fútbol como en mi vida también. Es un entrenador que sabe mucho y estoy agradecido a él.» 

José es un tipo que deja huella. Marca su impronta en cada lugar donde va. El técnico con más prestigio que se sentará en el banco Vinotinto ha recibido ofertas de todos los continentes y eligió venir a este país que, desde hace varias temporadas, está al borde del descenso. El país donde la hiperinflación cumplió 4 años y un jubilado recibe una pensión menor a 2 dólares. Aún no se sabe si vivirá en Venezuela o vendrá de vez en cuando, cuando el calendario lo demande. Tampoco se sabe cuánto será, ni de dónde saldrá, el dinero que cobrará junto a su cuerpo técnico. Nadie sabe qué posición ocupará Pascual Lezcano, su representante, dentro del cuerpo técnico -Lezcano es el representante del técnico y de varios jugadores argentinos-. Quedan muchas cosas sin saber que jamás escucharemos de José, porque lo que sí sabemos es que no da notas individuales. Desde hace más de 10 años dijo que se sentía un poco “resentido” con el gremio periodístico porque en “el ambiente se habla siempre de lo malo y se polemiza”. Tendrá que dar ruedas de prensa, probablemente con periodistas digitados por la Federación, que procurarán no incomodarlo. 

Hay muchísimas preguntas, pero a nadie parece importarle demasiado las respuestas. Que un tipo con el prestigio de José nos diga que sabe está en el lugar correcto, no deja de ser una sorpresa. Que la tierra haya girado para juntarnos es un sueño del que aún no despertamos. El fútbol es, por encima de cualquier cosa, una gran ilusión. 

 

 

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